martes, 24 de agosto de 2010

SANTA ROSA DE LIMA


El siglo XVII representó para la iglesia católica la reafirmación de la fe en Cristo. Fue la época de las canonizaciones y beatificaciones, que encuentra su máxima exponente en Rosa de Santa María, primera santa limeña que representa la coronación al esfuerzo evangelizador de España en sus colonias.

La beatificación de Isabel Flores de Oliva se convirtió en el máximo acontecimiento religioso de la época. Se dio el 12 de febrero de 1668. Tres años después es santificada y proclamada patrona del Perú, América, las Indias Occidentales y Filipinas.



Su fiesta se celebra el 30 de agosto, declarado día feriado a nivel nacional. Con esa ocasión, sus devotos realizan un recorrido por su santuario y la casa donde habitó en la localidad de Quives.

Es Patrona de las Enfermeras Peruanas, de la Guardia Civil del Perú y de la Minería Nacional, así como de las Fuerzas Armadas de Argentina.

HISTORIA

Isabel Flores de Oliva nace en Lima el 20 de abril de 1586 (según su primer biógrafo y confesor, fray Pedro de Loayza), en la casa que su padre alquila a don Pedro Valladolid, donde hoy se erige su santuario.

Fue hija de don Gaspar Flores, portorriqueño que llegó al Perú y servía como seguridad del virrey (arcabucero) y de doña María de Oliva, dama criolla peruana.

Fue bautizada el 25 de mayo de 1586 por el padre Antonio Polanco, en la iglesia de San Sebastián del Cercado de Lima, donde también recibe el mismo sacramento San Martín de Porres. Sus padrinos fueron Hernando de Valdés y María Orosco.

Isabel provenía de una familia numerosa, por lo que desde muy jovencita se dedica a cuidar del huerto y a realizar bordados para contribuir en la economía del hogar.

Hay autores que sostienen que tenía nueve hermanos y otros, once, doce y hasta trece. De ellos, fue Hernando quien la ayudaría a vivir su fe y construir la Ermita donde la santa pasaría muchas horas en contemplación.

El primer milagro en la vida de Isabel ocurriría cuando ella era una bebé de tres meses. Se dice que su madre –algunos refieren que fue la india encargada de su cuidado- descubre su rostro sonrosado, en medio de las sábanas de su cuna, semejante a la flor que luego inspiraría su nombre: Rosa.

Desde entonces, a pesar del desagrado de la niña, se la llamó así. Un día, entristecida, se dirige al convento de Santo Domingo en busca del consuelo de la Virgen del Rosario, ante cuya imagen se postra a orar. En esas circunstancias la Virgen le dice que el nombre de Rosa le gustaba mucho, igual que al hijo que llevaba en sus brazos, que debía aceptarlo con gratitud y aumentarle de Santa María.

Otro hecho relacionado con este nombre se da entre los 12 y 16 años, cuando la familia Flores se traslada a la localidad de Quives, provincia de Canta, departamento de Lima. Ahí, en 1597, fue confirmada por el arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo, quien sin conocimiento la llamó Rosa, con lo cual la santa asume que debe someterse a los designios divinos.

En esa ocasión, su padrino fue el sacerdote del pueblo Francisco Gonzáles. Todo indica que en ese lugar, comenzaría con sus ayunos y penitencias; así como su labor de caridad y entrega espiritual.

Rosa era una mujer hermosa, llena de grandes cualidades, dedicada a la oración y a los menesteres religiosos. Tras rechazar la solicitud de matrimonio de varios jóvenes y hacerle frente a la insistencia de sus padres en casarla, a los 25 años hizo sus votos de castidad ante la imagen de la Virgen del Rosario y celebra su Desposorio Místico con Jesús. Según su confesor, la santa habría escuchado decir al Señor: “Rosa de mi corazón, yo te quiero por esposa”, a lo que ella contesta: “Ve aquí esta esclava. Oh Rey de Eterna Majestad, tuya soy y tuya seré”.

Luego se manda confeccionar un anillo de oro con el nombre de Jesús y se hace terciaria dominica, como Catalina de Siena, su modelo de perfección. Recibe el hábito el 10 de agosto de 1606, de manos del padre Alonso Velásquez. Al año siguiente, en agosto, hizo su profesión religiosa ante el Prior del Convento de Santo Domingo.

Santa Rosa no fue monja, sino laica y vivió en lo que hoy es el santuario dedicado a su honor. Entre sus muros además de atender a los enfermos y pobres, llevaba una vida de intensa espiritualidad, caracterizada por la oración, penitencia, ayuno y extremos de mortificación que la llevan a debilitarse físicamente. Pasaba muchas horas recluida en la ermita construida en su jardín y sólo salía para ir al convento de Santo Domingo a visitar a la Virgen del Rosario o cuando los indios o negros solicitaban sus oficios.

Su fama, al igual que ocurrió con otras beatas, la llevó a comparecer ante la Inquisición, en un proceso del que sale airosa. Tanto el padre Juan de Lorenzana y fray Luis de Bilbao -ambos catedráticos en la Universidad de San Marcos- quedaron sorprendidos por los principios y claridad de una joven que superaba en conocimiento a los más connotados teólogos de la época.

Sus hagiografías dan cuenta de las flagelaciones y tormentos que se infligía. Llevaba un cilicio clavado en sus entrañas y su cuero cabelludo era constantemente herido por una corona de espinas. A sus ayunos, recorridos del vía crucis por el jardín de su casa, se sumaban las horas de constante vigilia, impuestas para ganar tiempo en la oración. Se dice que solía sujetar su cabello con un grueso clavo para ser despertada si se quedaba dormida. Pese a ello, los castigos autoinfligidos –según ella para aplacar la vanidad e indignidad- no dejaban huella externa, lo que se atribuye a su santidad.

Sus últimos días los pasó al lado de sus padrinos, doña María Uzátegui y don Gonzalo de la Maza, quienes tuvieron participación en muchas de las experiencias místicas de la santa y dieron fe de ello en su proceso de santificación. Su vivienda es hoy el monasterio de Santa Rosa de las Monjas, en parte de lo que fue el hospital del Espíritu Santo, frente a casa donde nació San Martín de Porres, a quien le unía una gran amistad. También conoció a san Juan Masías y oyó las predicas de san Francisco Solano.

Su muerte ocurrió el 24 de agosto de 1617, a los 31 años de edad. Sobre el hecho sus biógrafos no se ponen de acuerdo. Algunos refieren que falleció a consecuencia de un reumatismo cardíaco y otros de hemiplejía.

MILAGROS

Son muchos los milagros atribuidos a Santa Rosa. De uno de ellos da cuenta Ricardo Palma en “El rosal de Rosa”, ocurrido en el jardín de la santa.

Dice el tradicionista, que en aquella época, el clavel era la flor más frecuente. “Las rosas no se producían en el Perú; pues según lo afirma Garcilaso en sus Comentarios Reales, los jazmines, mosquetas, clavelinas, azucenas y rosas, no eran conocidas antes de la conquista. Grande fue, pues, la sorpresa de la virgen limeña cuando se encontró con que espontáneamente había brotado un rosal en su jardinillo; y rosal fue, que de sus retoños se proveyeron las familias para embellecer corredores, y las limeñas para adornar sus rizas, negras y profusas cabelleras.”

Otro milagro, narrado por el mismo Palma se refiere al pacto que tenía santa Rosa con los zancudos y mosquitos, con quienes dialogaba, no la picaban y le daban la tranquilidad que necesitaba para orar. En “Los mosquitos de Santa Rosa”, dice que en una ocasión se olvidó de darle orden de buen comportamiento y éstos molestaron una beata llamada Catalina, por lo que tuvo que llamarles la atención. En otra oportunidad, se valió de ellos para castigar los remilgos de otra beta – Frasquita Montoya-, quien se resistía a acudir a la ermita por temor a ser picada.

-Pues tres te han de picar ahora -le dijo Rosa-, uno en nombre del Padre, otro en nombre del Hijo y otro en nombre del Espíritu Santo.

Un milagro ocurrido también en su casa se refiere a un gallito que enfermó y al cual la santa le pidió cantar de prisa, antes de ser comido en un guisado, lo cual hizo el animalito. Existen algunas manifestaciones de fe que algunos consideran como milagro. No existen pruebas fehacientes que los hechos ocurrieran como se narran, como ocurre con el caso del frustrado ataque del pirata holandés Jorge Spilberg al Callao, en 1615.

En “Historia de la Marina del Perú” (p.302), se indica que “la presencia de Spilberg en el Callao fue causa de mortales angustias en Lima. En ella aparece en las calles la virgen limeña, después SANTA ROSA, exhortando a la oración a la multitud que la seguía e imponiéndola con su ejemplo y el virrey multiplicándose para prevenir peligrosamente los cuales cada cual pensaba sólo en ponerse a salvo”.

Lo cierto es que Spilberg se aleja de las costas limeñas, algunos manifiestan que fue por obra de la santa, otros debido a que el corsario había perdido gente y pertrechos en su incursión a Cerro Azul y no contaba con las fuerzas necesarias para atacar Lima o porque una tormenta lo llevó a continuar viaje hacia el norte, a Paita.

Pocos milagros de Rosa de Santa María, antes de su muerte, fueron presenciados por algunos devotos. Uno de ellos tenía que ver con sus momentos de éxtasis. Se dice que cuando asistía a la iglesia, mientras rezaba su cuerpo despedía llamas y se cubría de una luminosidad sobrenatural, en especial antes de recibir la eucaristía.

En ocasiones, cuando se flagelaba, sus gritos se oían a largas distancias, como sucede cuando en Lima se desata un rumor de un juicio apocalíptico, lo cual la lleva a aplacar – con su sacrificio- la ira divina. Esto dio motivo a devoción pública hacia ella. Lo mismo –se cuenta- ocurrió en los momentos de su agonía en el lecho, como anuncio de su ingreso a un nivel superior. (Frank Graziano, “Santa Rosa de Lima y la política de la canonización”)

Poseía el don de ver en el interior de las personas y ponerlas sobre aviso cuando se confiaban a sus oraciones. Predijo la fundación del Monasterio de Santa Catalina de Sena, llegando a vaticinar incluso el día de su fundación, las medidas del terreno, el número de monjas que lo conformarían y hasta el sacerdote que oficiaría la primera misa en el santo lugar (fray Luis de Bilbao, uno de sus confesores)

A los pocos años de su muerte, su madre, María de Oliva ingresaría al monasterio que Rosa había anticipado. Tuvo el cargo de portera y murió santamente.

También se menciona que predijo el terremoto de 1746, cuando el mar se salió en el Callao y sólo quedaron en el puerto sus dos grandes puertas y parte de sus murallas.

DESPUES DE SU MUERTE

Isabel Flores Oliva pasó a ser considerada santa el mismo día que fallece, debido a una serie de acontecimientos que provocan una reacción pocas veces vista en la población limeña, como el caso de la beata Luisa de Melgarejo, esposa de un abogado y relator de la Audiencia de Lima, de quien se decía tenía poderes sobrenaturales.

Al producirse la muerte de Rosa, durante el velatorio, la beata comienza a tener visiones y narra el ascenso de la santa a los cielos y el recibimiento que tiene en él. Esto genera que la población se congregue masivamente hasta la casa donde se le rendían honores.

El día del traslado al convento de Santo Domingo, - (ahí se conserva en una cripta sus restos y en la Basílica del Rosario, su cráneo)-, su cuerpo es llevado con el resguardo de la guardia del virrey, lo cual resulta insuficiente por la gente que se desespera por conseguir una reliquia de la santa.

En el transcurso se producen milagros, muchos enfermos se curan, recobran la vista y recuperan el andar, todo ello enardece a la gente, el cuerpo de la ya considerada santa no es mostrado y se le cambian sus hábitos.

Al convento sólo ingresan las personalidades más importantes de la sociedad que revelan que el cuerpo de la santa – a pesar de los tres días de ocurrido el deceso- despedía un suave olor a rosas, que su rostro lucía fresco, sonrosado, con una serena complacencia. (L.V.A.)

FUENTES:

DEL BUSTO, José Antonio: Santa Rosa de Lima

MUJICA PINILLA, Ramón, "Santa Rosa de Lima y su tiempo". Edición Banco de Crédito del Perú. Fondo Pro Recuperación del Patrimonio Cultural de la Nación. Set. -Oct. 1995.

MELO, Rosendo: “Historia de la Marina del Perú”, tomo II: Los piratas y el Callao antiguo, Publicaciones del Museo Naval, Biblioteca del Oficial, Callao 1981.

PALMA, Ricardo: Tradiciones Peruanas.

ARZOBISPADO DE LIMA: Vida de Santa Rosa de Lima

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