miércoles, 11 de agosto de 2010

PACHACAMAC, SANTUARIO RELIGIOSO

Por: Lita Velasco Asenjo

Cuando los españoles ingresaron a Pachacamac, no sólo quedaron impresionados por la majestuosidad del lugar, sino que –según da cuenta William Prescott, en Historia de la Conquista del Perú - además, fueron impactados por un terremoto que llenó de pánico a los naturales, en cuyas mentes no podían concebir que unos extraños llegados de otras tierras se atrevieran a violar el templo dedicado a su máxima divinidad, creadora del universo.

Los conquistadores –relata el historiador norteamericano- llegaron a esta parte de la costa norte en busca de los tesoros prometidos por Atahualpa y se encontraron con una ciudad con bastante población, en la que se veía dos templos construidos en piedra, con techos de paja. Uno de ellos estaba dedicado al dios Sol y otro, a Pachacamac, máxima deidad de esta parte del territorio peruano. Su santuario con el tiempo llegó a ser uno de los más opulentos del imperio inca. Sobre este episodio, Prescott, cuenta:

“Al presentarse Hernando Pizarro a la entrada del santuario, le atajaron el paso los porteros, pero se abrió paso entre ellos… Subió a una plazoleta donde había una capilla con una puerta muy adornada de pedazos de cristal, turquesas y corales…Abierta con violencia la puerta, entraron en un aposento pequeño y obscuro que olía de un modo repugnante. Era el lugar de los sacrificios…Cuando sus ojos se fueron acostumbrado a la oscuridad, descubrieron en un rincón del aposento la imagen de la deidad: era una figura monstruosa hecha de madera, con la cabeza parecida a la de un hombre. Derribáronla los españoles, la sacaron fuera y la hicieron mil pedazos…Viendo los naturales que su dios no podía impedir la profanación de su santuario, fueron acudiendo y entregándose a los extranjeros, a quienes miraban ya con cierto temor y respeto supersticioso”.

Luego de colocar una cruz de mampostería, enseñarles a rezar y persignarse, los españoles se llevaron una cantidad considerable del oro que había dejado en su huida el curaca Tauri Chumpi (encargado de administrar, redistribuir los bienes y recursos del valle, la población y los cultos), después de ser avisado de la cercanía de los invasores.

LUGAR MILENARIO


El actual sitio arqueológico de Pachacamac - que en la actualidad abarca más de 400 hectáreas- fue el mayor santuario prehispánico de la costa central durante más de mil quinientos años. Su prestigio religioso se evidencia en sus templos, visitados por multitud de peregrinos en las grandes ocasiones del calendario ritual andino.

Ubicado en el valle de Lurín, en el kilómetro 31 de la antigua Panamericana Sur, este imponente monumento fue descrito en el siglo XVI por muchos estudiosos. Sin embargo, es a partir del siglo XIX con George E. Squier, Adolph Bandelier y Ernest Middendorff que se realizan los primeros trabajos de reconocimiento. Alcanza un mayor aporte científico con la llegada de Max Uhle al Perú, entre 1895-1896. (Pozzi-Escot, Denise).

Según los cronistas, en el territorio existían “enclaves religiosos” desde donde llegaban los pobladores hasta Pachacamac, que alcanza mayor importancia durante la fase Lima (200- 650 d.C. aproximadamente). Durante el señorío Ichma (900-1470 d.C), los sacerdotes realizaron una serie de construcciones monumentales que presentan edificios que probablemente funcionaban como centros administrativos o posibles palacios.

Al llegar los Incas del Cusco, los sacerdotes se inclinaron ante el nuevo poder, y el gobierno inca impuso sus símbolos, construyendo el Templo del Sol y el Acllawasi, para definir una sacralidad superior. Según María Rostworokski, la importancia del santuario radica en que allí residía el “dios costeño soberano en todas los yunga durante el último milenio”.

Luego de la caída del Tahuantisuyu, el santuario es abandonado, sin por ello perder su presencia espiritual y material. Hoy en día, gracias a su recuperación iniciada a mitad del siglo pasado, podemos observar la arquitectura de algunas de sus edificaciones, en medio de un paisaje que contribuye a mostrar su grandeza.

Actualmente, el Instituto Nacional de Cultura, a través del Museo de Sitio de Pachacamac, dirigido por la antropóloga Denise Pozzi-Escot, viene realizando importantes trabajos de investigación, conservación y labores educativas para conservar este monumento, que presenta problemas originados principalmente por la erosión causada por la acción del medio ambiente y por factores antrópicos.

ADMIRABLE ARQUITECTURA

Los trabajos arqueológicos que se han hecho han permitido identificar 17 pirámides, posiblemente centros administrativos o palacios.

Así también está el Templo del Sol, hecho entre 1470- 1533 d.C. Es una construcción de forma trapezoidal, edificada sobre un promontorio natural muy elevado, con terrazas y plataformas superpuestas de adobes; su frente principal hacia el mar presenta nichos que posiblemente fueron depósitos de ofrendas.

En la cima se levanta una plaza abierta rodeada de estructuras. Hoy quedan restos de un enlucido de barro con pintura de color rojo, que aún se logra observar en algunos muros. Se han identificado sacrificios humanos dedicados al Sol y diversas ofrendas muy finas de estilo Inca imperial en el lugar.

El Acllahuasi, conocido también como Mamacuna, fue probablemente la residencia de mujeres escogidas dedicadas al culto solar. Julio C. Tello excavó este recinto descubriendo los paramentos inca del clásico estilo cusqueño en técnica del almohadillado, y realizó pioneros trabajos de conservación y restauración que han permitido que este sector se haya conservado hasta nuestros días y sea uno de los más emblemáticos del sitio.

Además, durante la ocupación inca se construyó un sistema de canales para abastecer de agua al lugar y también unos “baños”, como parte del sistema de canales. El edificio residencial del curaca Tauri Chumpi está ubicado al este, desde donde se domina todo el valle; cuenta con dos plazas contiguas en el lado norte, rodeadas de recintos, plataformas, depósitos, y otras estructuras comunicadas entre si por corredores y rampas.

LABOR DE RECUPERACION

En los últimos años, se viene haciendo un registro fotográfico y gráfico del Templo Pintado (200- 1470 d.C.) para lograr conservar lo poco que queda de este edificio de planta rectangular construido con adobitos, compuesto por terraplenes de 6m de alto, enlucidos de barro decorado con figuras antropomorfas, peces, aves y plantas, pintadas con colores rojo y amarillo y delineadas con color negro.

Este registro ha permitido ubicar un molusco y algunas piedras pequeñas incrustadas en los muros, prueba de la importancia que tuvo el templo en épocas prehispánicas. Su colorido debió captar la mirada de los peregrinos, ya que sus colores destacaban en contraste con el ocre de los desiertos y el azul del mar.

El edificio culmina en una plataforma donde se encontraba la cámara que cobijaba la imagen tallada en madera del dios Pachacamac, excavada en los años 1938-39 por Alberto Giesecke con ocasión del XXVII Congreso Internacional de Americanistas.

En este mismo templo se encontró la “Puerta de Pachacamac”, que tiene incrustaciones de conchas. Algunos cronistas e investigadores consideran que este edificio constituyó el verdadero Oráculo de Pachacamac, y permaneció en funcionamiento hasta la llegada de los españoles al santuario.

Aún falta mucho por hacer. La mayoría de los trabajos arqueológicos en Pachacamac se han centrado en la zona de los grandes templos. La arena aún mantiene sepultada gran parte del monumento.

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FUENTES
PRESCOTT, William. “Historia de la Conquista del Perú”, 1966.
POZZI-ESCOT, Denise. Revista Anubis N° 3, 2008.

Fotos: Romel Angeles

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