Los orígenes de la Navidad se remontan en Lima a la llegada de los conquistadores, quienes no sólo traían al nuevo continente la consigna de expandir los dominios territoriales de España, sino también propagar la fe católica. Para ello se valen de la introducción del culto de imágenes que simbolizan la presencia de un solo Dios Todopoderoso.
Muchas de estas advocaciones, utilizadas por las órdenes religiosas para evangelizar, son enviadas por los reyes españoles. Sin embargo, con el tiempo, surgen artistas nativos que dan vida a una iconografía propia, con presencia de elementos indigenistas. Un ejemplo de ello es el Niño Jesús que, en el Cusco, hasta el siglo XVII, era adornado con los atuendos del Inca. En 1675, el Obispo de Mollinedo da la orden de quitarle la mascaipacha y el Sol. Sólo le dejan los rayos en la cabeza. (Nanda Leonardini, p.183).