martes, 25 de diciembre de 2012

NAVIDAD EN LA LIMA DE ANTAÑO


Los orígenes de la Navidad se remontan en Lima a la llegada de los conquistadores, quienes no sólo traían al nuevo continente la consigna de expandir los dominios territoriales de España, sino también propagar la fe católica. Para ello se valen de la introducción del culto de imágenes que simbolizan la presencia de un solo Dios Todopoderoso.

Muchas de estas advocaciones, utilizadas por las órdenes religiosas para evangelizar, son enviadas por los reyes españoles. Sin embargo, con el tiempo, surgen artistas nativos que dan vida a una iconografía propia, con presencia de elementos indigenistas. Un ejemplo de ello es el Niño Jesús que, en el Cusco, hasta el siglo XVII, era adornado con los atuendos del Inca. En 1675, el Obispo de Mollinedo da la orden de quitarle la mascaipacha y el Sol. Sólo le dejan los rayos en la cabeza. (Nanda Leonardini, p.183).

Anónimo cusqueño. Niño Jesús Inka. Siglo xvin. Colección particular, Lima.

Otro ejemplo es la talla de la Virgen del Rosario, que luce sobre la cabeza una tiara papal rematada con penachos elaborados con plumas multicolores de suri.
 
DURANTE LA COLONIA
La Navidad, y su celebración, se convirtió desde un primer momento en una herramienta para adoctrinar a los nuevos cristianos y eliminar otros cultos arraigados en la población indígena. Según algunos cronistas, el primer Belén fue mandado a traer por Francisco Pizarro para su hija Francisca, nacida de su relación con la ñusta Inés Huaylas Yupanqui, hermana de Atahualpa e hija del emperador Huayna Cápac. Años después, su primogénita lo dona a la Catedral de Lima. 

En un inicio, la mayoría de Nacimientos eran importados, luego ya se hacen en Lima y provincias, manteniendo las mismas características de los elaborados en España. A fines del siglo XVI, aparece una corriente de alto valor artístico, que mezcla lo europeo con lo indigenista. El Niño Jesús, la Virgen, San José y los Reyes Magos se vuelven más mestizos, el establo –en algunos casos- se reemplaza por un Apu (cerro), hay presencia de auquénidos, plantas, alimentos e incluso personajes de la vida cotidiana.

La celebración del nacimiento de Jesús era más una fiesta de guardar, festejada en todos los hogares con gran fervor cristiano. Se armaban altares en todas las iglesias para adorar el Misterio y se entonaban cánticos en su nombre. El Virrey, cada 24 de diciembre, realizaba una visita a las cárceles para conceder indulto a los presos que habían demostrado buen comportamiento. Luego se dirigía a los conventos para participar de las competencias de las colaciones y dulces preparados por las monjas, así como de las calendas.

Se dice que la empanada limeña habría nacido en esta fecha en algún convento, así como la mixtura de frutas en almíbar, hecha con níspero, higos y toronjas. La chicha morada es otro aporte de la época colonial. Existen textos que dan cuenta de la presencia de un hombre muy rico, de apellido Barchillón, el cual repartía alimentos en las calles, hospitales y barrios pobres. Una especie de Papa Noel que satisfacía las necesidades de los más pobres.

EN LA REPUBLICA

Con el tiempo, el festejo de la Navidad ingresa a un proceso de transformación. Ya no se circunscribe a una fecha central, sino que arranca a pocos días de iniciado el mes de diciembre. José Gálvez relata que, en Lima, no hubo casa pobre o rica que no hiciera su nacimiento, montado también en hospitales, Iglesias, Casas de ejercicios (conventos). 



“Anónimos imagineros hacían en madera, plata, piedra de Huamanga, hasta en migajón de pan figurillas muchas veces de una estética admirable. Los Reyes Magos; la bíblica pareja con la serpiente y el árbol de las tentaciones; el Noé barbado con el Arca del cuervo y la paloma; el huidizo Pilatos del lavatorio hipócrita; el Abraham del acero suspendido sobre el hijo en la leña de los sacrificios; el pequeño David de la honda frente al Goliat gigantesco; y, en mescolanza abigarrada, los más criollos tipos: aguadores y tamaleras, bizcocheros y cachacos, bomberos y soldados, jugadas de gallos y corridas de toros, trencitos de cuerda y caballeros andantes; junto al conquistador un tranviero; y cabe la marquesa llena de gaiterías, la jazminera con su mixtura en actitud de pregón y de danza. Y además, personajes y episodios nacionales: la Jura de la Independencia, la entrada de Orbegoso, muy a lo cajetilla Vivanco y a lo soldadesco Castilla, el 2 de mayo, la montonera en Cocharcas”. (Gálvez, p. 163)

Cita Gálvez que eran notables los nacimientos de doña Juana Oyarzabal y de la Canal, viuda del General Raygada en su Quinta de Barbones y el de doña Josefa Méndez y Valdivia, en Chorrillos. 


En cuanto a las celebraciones por Navidad, éstas comenzaban el 9 con la fiesta de la Purísima Concepción. Luego venía el 13, día de santa Lucía, con la siembra de los triguitos. El 15 comenzaba la Novena de Aguinaldo, con misas bastante alegres, donde no faltaban las panderetas, pitos, cánticos, competencias imitando animales, para terminar en las verbenas criollas y bailes organizados en las plazuelas. Por esta fecha, los niños acudían a la Casa Klinge para dejar la “cartita”, con su pedido pascual.


 El 24 eran las festividades propias de la Nochebuena, con fuegos artificiales, representaciones de escenas religiosas, colaciones y, la bulliciosa Misa de Gallo, con los respectivos repiques de campana de todas las iglesias y sus villancicos.


Ricardo Palma cuenta que, desde el 15 montaban espectáculos donde reinaba el criollismo. El mismo 24, a partir de las cinco de la tarde, en los cuatro lados de la Plaza Mayor, colocaban mesitas donde vendían flores, dulces, conservas, juguetes, pastas, licores y todo lo apetitoso que Dios creó. A las doce, el fervor llamaba a la Misa de Gallos, donde las pallas entonaban villancicos. Sólo el populacho quedaba en la plaza para seguir libando.


Luego de la misa, en las casas cenaban y bailaban hasta el amanecer. El plato obligado era el tamal, acompañado de vino tinto, jerez y pisco. También había lechón o una gallina asada, acompañada de salsas y ensaladas. Entre los dulces estaban las galletas, pastitas de almendras rellenas de membrillo y albaricoque, pancitos de maíz y pan de pascuas.

En la Plaza Mayor, la jarana continuaba hasta el alba. El baile preferido por el pueblo era la zamacueca, regada por un buen aguardiente.


El 25 la pasaban en familia o salían a visitar nacimientos. El más famoso, según Palma, pertenecía al convento de los padres belethnitas o barbones, caracterizado por la abundancia de muñecos automáticos y por los villancicos dedicados al Niño Dios.



El 28 tenía lugar la celebración de los Santos Inocentes, en la cual se hacían todo tipo de bromas. El 1ro. de enero recordaban la Circuncisión; el 5 paseaban con solemnidad el Estandarte de la Ciudad; el 6 era la Fiesta de los Reyes, con paseo de alcaldes y cabalgadas a las lomas de Amancaes, en el Rímac. 


En muchos hogares realizaban en esa fecha la bajada de los Reyes, con padrinos para el descendimiento de las figuras del nacimiento, costumbre heredada de la colonia, que recibía el nombre del “descuelgue”. Los hogares que tenían los mejores nacimientos, abrían las puertas para que la gente los viera. Los invitados bebían chicha de jora, morada o los “orines del Niño”, preparados con pisco, mango verde y uva pelada.

Todas las figuras tenían padrinos. Según la importancia del personaje elegido debían dejar una cantidad de dinero para la fiesta del siguiente año. Los padrinos del Rey Negro, luego de bajarlo del Belén bailaban una marinera; los del Rey Cholo, un huayno y los del Blanco, un vals. Luego de sacar al Niño, el cual demandaba una propina mayor, se armaba la fiesta entre dulces y pisco.

La tradición sobrevivió hasta 1930. Uno de los escenarios más conocidos fue la Quinta Carbone, en los Barrios Altos.

 

TRADICIONES QUE PERDURAN
Muchas de estas costumbres limeñas se han perdido o transformado. Sin embargo, aún se mantiene la Misa de Gallo, hoy más solemne, el armado del nacimiento y en algunos hogares, la celebración de la Bajada de Reyes.

A diferencia de otras épocas, el Belén es más pequeño. La influencia de costumbres foráneas trajo consigo el pavo, panetón, el uso de un árbol que crece año a año y cambia de color; mientras Papá Noel se apodera de un mercado más comercial.

Bien lo decía José Gálvez: “De aquella Navidad con repiques de campanas, de la bulliciosa misa de gallo y los nacimientos con villancicos, pallas, los tres reyes del Oriente: vino, chicha y aguardiente, el negro, el cholo y el blanco, casi nada queda ya”.

Por suerte, para recordarnos el sentido de esta fiesta cristiana, todavía hay familias que arman sus enormes nacimientos, abiertos a la colectividad. Los padres de la Clínica San Juan de Dios, continúan haciendo uno, muy famoso, caracterizado por su juego de luces y el arquitecto Javier Luna, llamado con justa razón el nacimientero, no sólo acrecienta su colección de misterios –tiene más de 1,500, tanto peruanos como extranjeros-, sino que además revive la tradición de la Bajada de Reyes, con el descuelgue, villancicos y una competencia de marineras y resbalosas. (L.V.A)

BURUM, BURUM, BUM, BUM
(Villancico afroperuano)
Señor don José, señora María,
ha nacido en Lima el niño Manuel.
Los negros del Rímac traen para él
tondero y festejo, buñuelos con miel.
La comadre Juana será su madrina,
y pa' hacerle caldo mató a su gallina;
será su padrino el compay Quiñones,
pa' su "aijau" divino, ricos picarones.
El negro Gaspar desde Casagrande
trae pa' l niñito caña pa' chupar.
Un fino alfajor, su tío Melchor,
que pa' su zambito quiere lo mejor.
El buen Baltasar, agüita de azar,
pa' que Manuelito no vuelva a llorar.
Jesusito e' mi alma, no llores así,
que todos los negros se mueren por ti,
del Paseo de Aguas vienen hasta aquí,
con arroz con leche, flor de capulí.
Los de Malambito traen para ti
humitas de dulce, pan de ajonjolí,
Jesusito e' mi alma, no llores así,
que todos los negros ya estamos aquí. 

FUENTES:

GALVEZ, José. “Calles de Lima y Meses del Año”, presentado por International Petroleum Co. LTF con el Almanaque Rápidol, 1943.
MARTINEZ PALOMERO, Pablo: “El Belén. Historia, tradición y actualidad”, Madrid, 1992.
PUBLICARE EDITORES, “El gran Libro de la Navidad”, 1996.
 


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