miércoles, 28 de julio de 2010

RICARDITO, EL NIÑO MILAGROSO

Por: Nanda Leonardini

Está representado en cuerpo completo. Es la imagen de un niño de aproximadamente seis años de edad, bello, vestido de marinero, apoyado con el codo sobre un pedestal. Unos rizos bien peinados adornan su carita redondeada, de finas facciones. Se trata de la escultura en mármol blanco, a tamaño natural, de Ricardo Espiell Barrionuevo, el denominado Niño Milagroso o “Cachuelero”, el personaje más visitado del cementerio museo Presbítero Maestro.

Según los panteoneros del lugar, su culto se inicia aproximadamente en 1990. Al principio era solicitado por quienes buscaban trabajo, sin embargo, hoy en su tumba (Puerta 4, frente al Pabellón del Buen Pastor) se pueden encontrar distintos pedidos, como el de una madre desesperada que le escribe una carta para solicitarle aparte a sus hijos de las drogas, de una mujer que desea encontrar novio o la de un niño que le pide ayuda para pasar sus exámenes de fin de año.
Su devoción es tan grande, que en su tumba no faltan flores, dulces, cartas y recuerdos que dejan sus fieles, quienes se preocupan de limpiarlo, de mantener su espacio cuidado y vestirlo de acuerdo a las festividades religiosas. Han llegado hasta a escribirle una oración y realizarle misas para agradecerle por los dones concedidos.

Hasta hace poco se desconocía los orígenes de este “santo popular”. La doctora Nanda Leonardini, en un trabajo realizado con el fin de develar la fe que el pueblo limeño le tiene, concluye que Ricardo Espiell (su apellido deviene del inglés Spiel, castellanizado en el siglo XIX) desciende de una familia mestiza serrana, afincada en sus inicios en una hacienda ganadera en Puno, luego de la Independencia peruana.

De acuerdo a los aportes de la historiadora Leonardini, se sabe que Ricardito Melquíades Espiell Barrionuevo nace en Lima el 10 de diciembre de 1886. Fue hijo de Ricardo Martín Espiell, abogado, elegido como diputado por Puno en 1866. A los ocho meses de su nacimiento (agosto 8, 1887) su padre fallece a consecuencia de una neumonía en el hospital San Lázaro del Rímac, a la edad de 44 años.

Después de ser velados en su casa de la calle del Pozo Nº 79, los restos de su progenitor son trasladados a la iglesia de La Merced para las honras fúnebres pertinentes y de allí a un nicho temporal del pabellón San Pablo en el cementerio Presbítero Maestro, de donde luego es trasladado al lugar que hoy ocupa.

El padre de Ricardito, además de estudiar Derecho, participó en el Combate del Dos de Mayo (1866) como bombero fundador de Compañía Nacional. En la Guerra del Pacífico presta sus servicios en la corbeta Unión (1879) y durante la defensa de Lima, se le confía el comando de la guarnición apostada en el cerro Vásquez (1881). Miembro del Partido Civil, masón de la Logia Honor y Progreso, forma asimismo parte del Ateneo de Lima, del Club Unión y del Consejo Provincial de Lima.

Su carrera dentro de la administración pública lo lleva a ser secretario del presidente Manuel Pardo (1872-1876) y con posterioridad, colaborador estrecho del presidente Francisco García Calderón (1881). Escribe en el diario El Comercio y publica Reseña histórica de la Compañía Nacional de Bomberos (Tauro del Pino, 2001:936).

NACE SU CULTORicardito queda huérfano de padre antes de cumplir el año y su infancia transcurre en el puerto del Callao hasta el 1 de marzo de 1893 cuando, de seis años, dos meses, 18 días, fallece de fierre perniciosa; a decir de los médicos un caso de malaria. El párroco de la iglesia de Santa Rosa autoriza sea sepultado el 3 de marzo en el cementerio Baquíjano (Callao), en un nicho temporal, hecho que indica las escasas posibilidades económicas de la madre (De la Lama, 1893).

La investigación de la Dra. Leonardini concluye que sus restos fueron trasladados, en noviembre de 1899, a una tumba perpetua, junto con el padre, gracias a la solidaridad de los amigos, quienes así lo dejan escrito en el monumento erigido al papá.

El culto de “Ricardito”, cuentan los trabajadores de la Sociedad de Beneficencia de Lima Metropolitana, administradora del cementerio, nace gracias a la iniciativa de una señora, quien por los años 90 descubre la escultura del niño y le reza pidiéndole un milagro. En agradecimiento, hace limpiar la escultura y colocar un jarrón para las flores. A partir de ese momento, va semanalmente a verlo para dejarle regalos.

La fama de Ricardito como milagrero crece y se difunde su culto entre las floristas, panteoneros y lavadores de carros. Poco a poco se van sumando fieles que visitan su tumba. Su fervor es tal, que algunos incluso aseguran haberlo visto, caminando entre los jardines y no faltan aquellos que dicen ser acompañados por él hasta sus hogares.

“Yo lo he visto por la avenida Brasil y eso fue una señal para venir a verlo, más ahora en que hay tantas desgracias en el mundo”, dice una mujer que los lunes – día de las ánimas – visita el cementerio para agradecerle por haberla ayudado a encontrar a su hijo perdido en las inmediaciones de Gamarra.

Vestido con el hábito del Señor de los Milagros, de San Martín de Porres, adornado con corona de flores, campanitas o rodeado de flores…ahí está Ricardito, esperando quien lo visite. Alrededor suyo yacen cartas, juguetes, fotos y pedidos de creyentes que lo siguen por años o se incorporan al círculo de fiels, esperanzados en su facultad de interlocutor con la divinidad….

FuentesLEONARDINI, Nanda, Revista Anubis, N° 6
Archivo Sociedad de Beneficencia de Lima Metropolitana
Trabajadores Cementerio Museo Presbítero Maestro

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